viernes, 4 de marzo de 2016

Una de caprichos

Sí. Porque creemos que eso son las faldas que en nada vamos a subir a la tienda.


Faldas confeccionadas con una hechura muy sencilla, que centra el protagonismo en la tela, elegida buscando que sea algo especial pero siempre de algodón (los plumeti, las franelas, las sargas, las batistas perforadas y bordadas,.. y, por supuesto, el forro, de batista o de popelín muy liviano).


Y que sean muy ponibles a la par que resuelvan una salida un poquito especial con unos zapatos algo más vestidos... y alguno de nuestros pasadores en el pelo.



Todas ellas llevan gomita a la cintura para que cualquier niña pueda llevarlas, y os mostraremos en foto de qué tipo es ésta en cada modelo para que no haya confusión.


Por último, medidas de las faldas que, de momento, sólo tenemos en tres tallas si bien, bajo pedido a shoppinsabalin@gmail.com, las haremos en la 10 y la 12:


Talla
A
B (fruncido)


4 años
24 cm
22-23 cm


6 años
27 cm
23-24,5 cm


8 años
30 cm
24,5-26 cm


Donde A es el largo total de la falda, y B es la cinturilla fruncida.
Nos vemos en la tienda!!

Bss

miércoles, 2 de marzo de 2016

El destiempo de las rebajas

Y digo yo...¿Cómo es que, teniendo aún temperaturas de invierno, no hay ya casi manera de conseguir un abrigo de niña???? Pregunta de Trivial, que se suele decir.


El caso es que también el cambio climático tendrá que ver en esto porque que levanten la mano aquellas que han vivido, o tienen referencia, de aquello que decían las abuelas de que, para los Santos, el abrigo. Y rara vez fallaba. El 1 de noviembre todo el mundo llevaba abrigo porque el ritmo de la climatología venía a ser tal que en la segunda quincena de agosto empezaba a estropearse... en septiembre ya empezaba a refrescar (por eso entonces era algo más barato irse de vacaciones ese mes, dado que el tiempo no era seguro "que acompañara")... en octubre ya no picaba el uniforme del cole porque se llevaban leotardos... y en noviembre, un buen abrigo con bufanda y todo si de mediados se trataba. Y, por supuesto, llegaba la Semana Santa y todo el mundo andaba a la caza de bañador o biquini porque, si no llovía, hacía temperatura de chapuzón... y, a partir de abril, salvo a primera hora de la mañana, los abrigos sí que quedaban relegados... y en las Comuniones podía quizás llover, pero nunca hacía frío… y desde mediados de mayo no había quien ya soportara el uniforme en las piernas sin leotardos y todo picaba.
Pero ahora, os habréis dado cuenta (y alguien sesudo lo ha confirmado en telediario o similar), que las estaciones se están desplazando y cada vez empiezan más tarde... Pero las temporadas de ropa y, sobre todo, las rebajas, siguen tal cual, ancladas en los históricos julio-agosto y enero-febrero de siempre.
Esto, por una parte, está hasta bien porque, a poco que podamos estirar la ropa del año anterior, nos compramos el recambio ya con un descuento nada desdeñable (dejando aparte promociones, black Fridays y outlets) que nos puede dar pie a podernos permitir alguna que otra cosa de capricho… peeerooo… tiene la contrapartida de que cuando realmente hace frío o calor y puedes necesitar algo que no has tenido previsión de comprar o que has pensado que no ibas a necesitar, o que necesitas sustituir porque se ha quedado pequeño (léase en todo esto último: “niños creciendo”) resulta que ya no lo encuentras porque se ha retirado en aras de lucir la colección para la que no hace temperatura… ¿o no?